06 octubre 2014

REFLEXIÓN

Ha sido publicado recientemente en España el libro. ¿Somos todos enfermos mentales? (Ariel. 2014), escrito por el Dr. Allen Frances, catedrático emérito de psiquiatría de la Universidad de Duke.
Tras leerlo y escuchar la crítica que este refutado profesional efectúa de la Industria Farmacéutica y de los propios médicos que prescriben fármacos me surgen muchas preguntas. ¿Es tan enorme la presión de la Industria Farmacéutica sobre los médicos prescriptores americanos, chinos, belgas, franceses, japoneses, españoles... para lograr crear enfermedades cuando antes no se diagnosticaban para usar un fármaco concreto...?, ¿se hiperfarmacoliza al ciudadano, a nosotros mismos...?. Ejemplos para afirmar la pregunta los cita este profesional con profusión. Y otros antes que él también llegaron a esta conclusión: ¿Píldoras o Freud?, de Adolf Tobeña. (Alianza Editorial.2013), o La timidez o cómo la psiquiatría y la industria farmacéutica han convertido emociones cotidianas en enfermedad. Christopher Lane. (Zimmerman 2011). 
Como todo en la vida, siempre hay, al menos, dos partes, el haz y el envés, la cara y la cruz. Que la industria farmacéutica ha contribuido a mejorar la calidad de vida del ciudadano es una objetividad, que como toda empresa que se precie quiere seguir ganando dinero y si puede más, mejor, también es lógico. Sin embargo, en el otro lado de la mesa está el médico, el prescriptor, el profesional cuyo deber es estar informado para diagnosticar acertadamente al paciente que a él acude en busca de ayuda y que no siempre es fácil.
Los ejemplos de cómo los tratamientos sobre el autismo, por ejemplo, se han multiplicado por 40 en EE.UU. tras haber sido incluido en el DSM IV (Manual  diagnóstico y estadístico en el que se definen y describen las diferentes patologías mentales en el que el autor participó) es uno de los ejemplos que cita el Dr. Frances. También cita otros ejemplos el Dr. Lane en su libro al hablar de cómo la timidez dejó de ser tal y se calificó como síndrome fóbico social con el consiguiente tratamiento farmacológico... Entonces, añade el Dr. Frances: si con frecuencia me olvido de las cosas, tendré seguramente una predemencia, si cuando como mucho podré ser diagnosticado de síndrome de comedor compulsivo, y si tras perder a mi esposa con la que he vivido toda una vida estoy triste más de una semana estaré entrando en un cuadro de depresión... 

Medicar la vida, perder la relatividad y el contacto con el paciente puede generar una exageración del diagnóstico, sí. No digo que se haga pero sí puede llegar a hacerse y en eso no gana nadie, ni unos porque les hace ser dependientes de una pastilla, olvidar que se tiene conciencia y que los seres humanos hemos sobrevivido millones de años gracias a nuestra capacidad de afrontar y superar la adversidad, y otros porque podría llegar a perdérseles el respeto obtenido por favorecer arrancar vida a lo que en otrora era muerte.

Lo dicho, el libro merece ser leído, con capacidad crítica y autocrítica. Este mismo fin de semana he oído en un reportaje de televisión que España era el país de la UE que mayor consumo de ansiolíticos hacía... Es para pensarlo. Hay muchas más soluciones para luchar contra la ansiedad, algo normal por otra parte...