19 marzo 2008

Pensar ecológicamente es pensar en salud, obviamente. Hace unos días escuché en un programa de radio cómo argumentaban varios radioyentes la incongruencia de la construcción reciente de un hotel con todas sus paredes de cristal en la ciudad en donde más calor hace en verano en nuestro país o de un gran aeropuerto español con también todas sus paredes de vidrio. Era injustificante el enorme despilfarro en frigorías y calorías, según épocas del año, a parte de su gasto en limpieza. No les convencía el argumento posible del buen aislamiento o del avanzado diseño con cubiertas que solo podían sospecharse. Casualmente la semana pasada fui a buscar a mi hijo al aeropuerto de mi ciudad, inaugurado apenas hace un mes, y advertí que el exceso en paredes acristaladas también aquí se podía vislumbrar, a parte de unos techos muy elevados. Temí al momento lo que sucedió en la estación de tren hace unos años. Desde el principio sorprendió la comunicación abierta con los andenes, los techos altííííííísimos y la carencia casi de toberas de aire acondicionado... y casi de todo... Ahora nos toca a todos los ciudadanos pagar ese dislate. Pensar ecológicamente es pensar en salud y, sí, evitar el consumo exagerado de bolsas de plástico en el supermercado, sí, pero también en exigir el buen uso del gasto público (¿y privado que limita con el bien social?) que será soporte para luego poder invertir más en crear centros de salud o investigar sobre el cáncer.

No hay comentarios: