23 noviembre 2016

TODO ES REVISABLE

 
 
La mayoría de nosotros ha tenido que enfrentarse alguna vez a una petición a la que no tuvimos el valor de negarnos pese a que contrariaba nuestros más íntimos deseos. O a alguien con autoridad sobre nosotros que nos ordenó algo que sabíamos que debíamos rechazar. O a algún amigo o familiar que nos pidió un favor desmedido que nos sentimos obligados a hacer. Todos hemos vivido situaciones parecidas y hemos sentido la dificultad de decir “no”.

Cuestión de ciencia

Esta dificultad se puso de relieve hace años en el conocido experimento realizado por el psicólogo Stanley Milgram, de la Universidad de Yale. El objetivo de la prueba era medir la disposición de los participantes para obedecer órdenes de una autoridad, aun cuando estas entraran en conflicto con su conciencia. Milgram ordenó a un grupo de estudiantes que aplicaran shocks eléctricos a otro grupo ubicado en otra sala cada vez que no respondieran correctamente a ciertas preguntas. El nivel de las descargas se incrementaba progresivamente a pesar de los gritos de dolor (simulados) de los sujetos examinados. La mayoría de los que infligían este castigo fueron incapaces de negarse cuando el investigador les ordenaba que aumentaran la dosis hasta niveles que podían casi matar a una persona.
Los grandes personajes que lograron algo importante en la vida fueron personas que en vez de decir "sí", dijeron "no"

Aunque la mayoría de la gente, seguramente, no se habrá encontrado en tan dramática tesitura, la dificultad de decir “no” en situaciones cotidianas todavía crea bastante ansiedad en muchas personas que se sienten culpables si dan una negativa a cualquier petición, favor o ayuda que alguien les pida. Lo demuestra el continuo éxito de ventas que tiene desde hace décadas el libro Cuando digo no me siento culpable, del psicólogo clínico Manuel J. Smith, de la Universidad de California, Los Ángeles. Todo un síntoma de que son numerosas las personas que aún necesitan aprender técnicas asertivas para reforzar su propia identidad y facilitarles cómo decir “no” sin sentir culpabilidad cuando la negativa sea la respuesta deseada por ellas.
 
Freud apuntó en La interpretación de los sueños que el inconsciente no conoce el concepto de la negación o lo negativo. El inconsciente es todo impulso, deseo inmediato satisfecho, libertad. El “no” nunca aparece en su vocabulario. La capacidad para negar, según Freud, debe entonces pertenecer a otra parte de la mente; por eso, muchas veces, resulta difícil decir conscientemente “no”.

Modos de negarse


A la hora de decir “no”, lo más adecuado es no dar excesivas explicaciones porque, de hacerlo, puede parecer que estamos dando excusas.
Además, la principal táctica asertiva es ofrecer alternativas a nuestra negación, basadas en la frase “No, pero…”

1. “No puedo hacerte esto ahora; pero, es muy probable que mañana sÍ”.
2. “No puedo satisfacer tus deseos; sin embargo, puedo hacerte esto otro, si quieres”.
3. “Lo siento, pero tengo un compromiso”.
 

Sin embargo, dar una negativa es un derecho que todos tenemos, y, a la vez, una habilidad que es necesario aprender con la práctica. Decir “no” es una reafirmación de la personalidad y de la propia identidad. “Todos los grandes personajes del mundo que lograron algo importante en la vida fueron personas que, en vez de decir ‘sí’, dijeron ‘no’ cuando recibían propuestas que no coincidían con sus ideales de ética, bondad o crecimiento personal”. Así lo dejó dicho Spinoza. Si no sabemos negarnos a algo que no deseamos hacer, nos sentiremos incómodos en muchas situaciones. Y, en consecuencia, nos llevará a hacer cosas en contra de nuestra voluntad que, en palabras del psicólogo Tomás Navarro, nos disgustarán y nos hará sentir inferiores por ceder nuestra voluntad a los deseos de los demás y arriesgarnos a ser manipulados y chantajeados.
 
Con esta actitud, está en juego el respeto que nos debemos a nosotros mismos, puesto que afecta a la autoestima. Para protegernos de esta debilidad es básico analizar las emociones que nos impulsan a atender siempre peticiones o favores: miedo a que los demás nos dejen de querer o se enojen; a parecer egoístas o malas personas; a sentirnos culpables; a decepcionar; o a crear un conflicto en la relación personal.
Si somos capaces de eliminar estos miedos, nos sentiremos más valiosos por saber expresar negativas que reforzarán nuestra personalidad.
 
Es sencillo aprender a dar negativas sin arriesgar sus relaciones de pareja, de amigos,  o  compañeros de trabajo. Es perfectamente compatible querer agradar a los demás y defender sus propias opiniones o deseos. Este aprendizaje produce beneficiosos efectos en nuestra personalidad –tal como manifestó Freud–, al tiempo que también evitamos que nos hagan peticiones indeseadas. Poner límites a las demandas de los demás –y a nosotros mismos– nos hace la vida más soportable. Un primer paso es descubrir que existe una gran diferencia entre querer complacer a todas las personas cuando uno no debe,  y ayudarlas cuando uno puede. Y es que está claro a estas alturas que nunca se puede agradar a todos.

22 noviembre 2016

¿COMIDA o DINERO?

A la pregunta ¿qué estimula más, la comida o el dinero?, la respuesta podría ser: Depende de tu IMC (Índice de Masa Corporal). Al menos así se puede pensar al conocer un estudio desarrollado por expertos del Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento de la Universidad de Granada. Según los resultados del estudio, el circuito de recompensa cerebral muestra una mayor actividad ante un estímulo de comida en las personas obesas que en las personas con un IMC normal.
Los expertos explican que ya era conocida la reacción de mayor actividad cerebral en los centros de recompensa en aquellas personas con exceso de peso a las que se les mostraban imágenes de alimentos con un alto contenido en azúcares o grasas, pero hasta la fecha no se sabía mucho sobre si una estimulación más genérica (con otro tipo de productos) podía provocar el mismo efecto en quienes sufren sobrepeso u obesidad.

En la investigación participaron 81 personas adultas, 39 tenían un peso normal, 21 tenían sobrepeso y las 21 restantes obesidad. A todas ellas se les mostraron imágenes de diferentes comidas, algunas más apetitosas que otras, y se les preguntó cuánto estarían dispuestos a pagar por el plato de comida. Tras esta prueba, se sometieron a otra en la que
debían pulsar un botón cada vez que vieran aparecer en una pantalla una estrella, se les indicó que los aciertos se traducirían en una recompensa económica de dos, cinco o diez euros.
Durante el desarrollo de estos dos experimentos, los participantes se sometieron a una resonancia magnética funcional (IRMf), procedimiento que permite mostrar en imágenes aquellas regiones cerebrales de mayor actividad mientras se realiza una determinada tarea. En este caso el IRMf analizaba la actividad del sistema de recompensa cerebral, sistema denominado núcleo accumbens, al que se le atribuye una función importante en el placer, se encarga de activar y enviar señales neuronales que facilitan la liberación de los neurotransmisores que son responsables de las sensaciones placenteras.
La investigación demuestra que ante una imagen de comida en las personas obesas se produce una mayor activación del sistema de recompensa cerebral que si se les ofrece una recompensa económica. Las personas con sobrepeso experimentaban una mayor actividad del núcleo accumbens cuando tenían la oportunidad de obtener una recompensa económica, sin embargo, se ha observado que existe un umbral en el IMC establecido entre 27 y 32, en el que se produce una disminución de la actividad cerebral por la expectativa de ganar una recompensa económica, siendo el patrón neuronal de las personas obesas similar al de las personas con un IMC normal.
Los expertos explican que los resultados obtenidos apuntan que es necesario ampliar el objetivo de las intervenciones más allá de la reacción cerebral que puede provocar la comida, incluyendo otros estímulos. A esto hay que añadir que se deberían realizar intervenciones específicas que diferencien entre personas con sobrepeso y obesidad ya que ambos tipos presentan patrones cerebrales distintos tal y como se demuestra en la investigación.
Los resultados muestran que el objetivo de las intervenciones en personas con sobrepeso que tienen una mayor actividad del centro de recompensa ante cualquier estímulo, podrían estar encaminadas a disminuir esa actividad, por lo que se puede deducir tendrían una menor reacción ante la imagen de la comida. En el caso de quienes sufren obesidad y cuyo centro de recompensa se activa mucho más con la comida, se podría poner en marcha una terapia que permitiera que se estimulase con otros reforzadores, de modo que se produjera una reacción similar ante cualquier otro estímulo. Así se lograría evitar que la comida fuera el estímulo dominante, lo que facilitaría las terapias a desarrollar.
Podéis conocer todos los detalles de la investigación a través del artículo publicado en la página web de la Universidad de Granada, o en el publicado en la revista científica Human Brain Mapping.
 

13 noviembre 2016

UNA ENTREVISTA INTERESANTE SOBRE PUBLICIDAD ALIMENTARIA Y MEDICINA

Obra original del artista oscense Alberto Carrera Blecua
 
 
 
Leo en Redacción Médica una entrevista muy interesante acerca de la vinculación de la Industria , en este caso la alimentaria, en congresos médicos. Dejo la referencia para que quien lo desee se adentre en ella y lo lea para que por sí mismo saque sus propias consecuencias: http://www.redaccionmedica.com/secciones/medicina/la-industria-alimentaria-y-los-medicos-corrupcion-o-via-para-mas-formacion-7101
 
 
Creo que estamos entrando en un espacio en el que las dudas, éticas en su mayoría, salen al descubierto. Nunca va mal la discusión sensata y sincera, con formas y sin deformaciones para aclarar los criterios de cada uno.