26 octubre 2009


SALUD POR EL ARTE.


Abogo que la persona que se alimenta, también, de cosas bellas por cualquiera de sus sentidos, es alguien que vive mejor, más serena, menos propensa a enfermar. Y aún me atrevo a decir más: ayuda a su curación si lo está. La pintura, la fotografía, el cine, la escultura, la música, la danza ... cualquier manifestación artística que se desee, abre la mente a la reflexión, al deleite y a la admiración de quienes participaron a dejarnos ver sus opciones de vida, sus deseos, sus momentos de felicidad.
Zaragoza reabrió la semana pasada el Museo Pablo Gargallo. Llevaba cerrado algunos años y, visto como ha quedado, ha merecido la pena. El gran Gargallo, innovador de materiales como el latón, el hierro o el cobre, a los que supo encontrarles su lenguaje particular para darnos grandes obras como Kiki de Montparnasse, el Profeta o el David, merecía tener un museo ágil que mostrase pedagógicamente su vida y trayecto profesional como cualquier otro de una ciudad cosmopolita. Por eso no se entiende lo que a continuación les voy a contar:
La fotografía del profeta que les he puesto en el comienzo de este artículo no está tomada en el Museo de Pablo Gargallo. Está tomada en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía, de Madrid. Allí se le rinde culto a este Pablo también universal, junto con varias obras pertenecientes al museo. Allí dejan hacer fotografías (sin flash), aquí ni con flash ni sin flash. Simplemente no dejan hacerlas. Preside el Patronato del Museo Nacional de Arte Reina Sofía, una gran señora, zaragozana, una gran, posiblemente la mayor coleccionista, de arte moderno de España, y , además, una gran especialista en estomatología, Pilar Citoler. Abierta al arte en su más amplia expresión, considera esta gran dama del arte, óptimo que se permita trasladar el respeto, el recuerdo y el deseo a que otros ciudadanos puedan compartir la belleza del arte. Aquí, en cambio, no. Aquí, aún habiendo pagado el ciudadano su remodelación, se le prohibe sentirse orgulloso de, por ejemplo, enviar por internet las imágenes de una espléndidas obras a amigos de otros extremos del país para animarles a venir a verlas, como ha sido mi caso.
Triste, que quien haya dado la orden de prohibir llevarse parte de la belleza del museo consigo, no haya aprendido de otros (como en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía), a donde siempre que se va pueden apreciarse mareas humanas fotografiar al Guernika, a Gala mirando el mar desde Port Lligat pintada por su amado Dalí, o a los arlequines de Picasso en cualquiera de sus más variadas opciones. Quien emitió ese verbo que no volveré a mencionar más que una sola vez -prohibir- porque me exaspera que todavía exista en nuestro vocabulario, debería ofecérsele la opción de comprender que existe otro: amar, amar el arte, amar las sensaciones, amar la ternura de las concavidades de las obras de este paisano que nos puso en ese paraiso de las artes que otros, como Goya, Buñuel, los Saura, Borao, Lorengar, etc... también nos pusieron. Imagino que quien dio esa orden... será un papista que no sabe ya quién es el suyo...

1 comentario:

roca de arena dijo...

Ciertamente, si no hubiera llegado a mi ordenador la interesante fotografía del profeta de Pablo Gargallo con la que usted nos ha obsequiado, me hubiera privado de las emocionantes impresiones que me ha procurado su contemplación.
Así que, compartiendo percepciones en esta estimulante página, me decido a expresar lo que yo he sentido admirando la escultura.

Al examinarlo, un estremecimiento de dura libertad medida y responsable, ha dado rienda suelta a mis sentidos más nobles.
El atrayente vacío estructural deja pasar las innumerables luces de sus visiones y trasluce infinitas rutas para espíritus aventureros.
Presto y preparado para transmitir, para acoger, e incluso soportar, cualquier sobrecarga que le merezca la pena. Todo esto, a pesar del estruendoso grito que imagino sale de su garganta…, quizás: “PROHIBIENDO PROHIBIR”
Su severa apariencia, contiene rincones suaves para el reposo y la ternura.
La columna vertebral en plante erguido, casi desafiante… abandera su condición y ofrece seguridad en sus augurios. El brazo alzado eleva el tono de su vaticinio.
Ejemplar único. Todo lo caduco huelga en él, y su invariable actitud atrae a una comunicación reflexiva e interesante.
Aristas limadas y picos redondeados me transportan a lo trabajoso de su formación.
Sus cavidades de arte se presentan colmadas por un espeso aire, que con su invisible núcleo las fundamentan.
Ahí está. Bien plantado, apuesto, firme en su médula… y ofreciendo sus servicios.
“¿Y la lanza?”
Para romperla…, si fuera preciso.