11 enero 2009

MEDICINA, de "medeo", cuidar.
Leía hace unos días las opiniones de un compañero médico, Albert Jovell, acerca de la autoexperiencia del cáncer: "... Sólo se entiende el verdadero significado y alcance del miedo a esta enfermedad si se la ha padecido... El cáncer te hace vivir en tiempo presente el terrible desamparo que acompaña el final de una vida, que es la muerte...". También Laín Entralgo, aún teóricamente, opinaba de igual modo : "... a diferencia de la alegrías y las penas, que pueden ser comprendidas, el enfermo se encuentra aislado respecto a sus sensaciones vitales procedentes de su propio cuerpo. Tanto el dolor como la sed, la saciedad o el placer, sólo pertenecen a cada uno... ".
En nuestro trabajo, un porcentaje muy elevado del tiempo, salvo los compañeros cuyo trabajo es de laboratorio, está dedicado al contacto directo con la persona enferma, a comunicarnos con él, a conocer qué nos dice sin decirnos y a saber nosotros decir.
Los planes de estudio de nuestras profesiones todavía no se aperciben de aspectos que van más allá de conocer síndromes por cuya frecuencia será raro que se vean más de uno en una vida profesional alejándose de otros cuyo dominio son obligatorios para cualquier otro y que vienen de, por ejemplo, haber leído a Tolstoi en La muerte de Ivan Illich , cuando en el fondo de su ser el protagonista no podía comprender por qué iba a morise...
Posiblemente nosotros tampoco lo sepamos explicar, pero en cambio, deberíamos saber empatizar nuestras respuestas, nuestros gestos, nuestros silencios, al sufrimiento de quien se tiene en frente. O lo que es lo mismo, "tunearnos" de enfermedad unos momentos, unas horas, como la puerta de la fotografía tomada en una calle del Born barcelonés, que intenta engañar, falsear, la belleza de lo que fue...

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