04 enero 2009

PUEDE COMENZAR MÁS, QUIEN OLVIDA MÁS
Independientemente que, personalmente, esta fotografía a una madre vietnamita con su hija le tengo mucho cariño, desearía que su interpretación fuera más allá de lo puramente étnico o sentimental y se insertase en la serenidad (que la tenía) de su mirada...
Hemos comenzado el año con la sensación que produce un viaje largo, lejano y sobre todo desconocido. La distancia nos provoca un ligero temor, que no aturdimiento ni pánico inmovilizante, y el esfuerzo de llegar hasta él nos interroga la duda de si podremos superarlo. Posiblemente, las referencias del camino habrán desaparecido o no serán las mismas, las señales tendrán otro significado y sus lenguajes otros que habrá que aprender... pero es que nunca fue igual conocer el camino que andar el camino, reconozcámoslo...
Decía alguien que "... de un árbol de cien años he visto las flores de un día...". Y posiblemente debamos ser más respetuosos con nosotros mismos y pensar en ver esas flores, esa sonrisa que nos anima a no aspirar a la felicidad sino a la serenidad: la primera es un don; la segunda, un aprendizaje.

1 comentario:

Flor de agave dijo...

He podido encontrar hasta siete escritos diferentes en el “blog” del Doctor Guillermo Pascual recomendando una “buena educación” para mantenernos saludables.
Soy testigo y fruto directo de que si se lleva a cabo lo que se predica en dichas observaciones se puede recuperar la salud a base de una profunda higiene mental y física.
Voy a exponer mi humilde comentario de la manera que en estos últimos años he aprendido.

Mi vivencia:

Fui convocada para una entrevista con el doctor responsable de la atención a mi marido.
Me presenté hecha pedazos…, y sin pretenderlo, me encontré ante mi médico.
Yo, no sabía lo que no sabía.
El Doctor si se percató de mi situación.
Pocas palabras pero muy claras salieron de su boca, y fueron las siguientes: “hay dos opciones una vez que se ha llegado a una situación como la suya, las dos válidas, pero hay que elegir una y seguirla con firmeza hasta las últimas consecuencias”. Las opciones eran: “inmolarse o vivir”.
Rotundamente elegí vivir.
En silencio, construyó para mi curación la torre que no se logró en Babel…y más que hasta los cielos la preparó para que me alzase de las profundidades de mi ignorancia.
La confusión, a diferencia de Babel, no se presentó en aquella tarea; y es que las palabras nunca violaron el verdadero sentimiento.
Me enseñó a subir…, por mí misma, hiciera el tiempo que hiciera y fuera la hora que fuera.
Tan alto llegué, que pude alimentarme de la luz del infinito…, la fuente sencilla y natural de la verdad lavó mis heridas, y el mismo Sol vino a cicatrizarlas.
Llegó el momento que, ya vivificada, allí no tenía metas que cumplimentar.
Rebosante de energía, me deslicé por la rampa de la torre en caída libre, sin rumbo, a donde la vida quisiera llevarme… Fui bajando lentamente hasta tocar las cumbres de la tierra firme. Planté mis pies y cerré los ojos tan fuerte… que ya nunca más pudieron ver lo mismo.
Todo era nuevo a mí alrededor, y todo estaba por hacer. Mis hijos eran la única referencia… y también ellos habían cambiado.
Tenía que empezar de nuevo y se me presentaba un mundo lleno de posibilidades.
Fue un renacer en edad tardía, y tenía que aprender a vivir desde el principio.
No me hubieran admitido en ningún parvulario por mi apariencia física, pero lo cierto era que ese tipo de enseñanza era la que yo precisaba.
Me admitió el Doctor en su escuela sin cumplimentar ningún cuestionario o test que me avalara…, y lo más grande: no me asignó pupitre. Me hizo creer que ya lo sabía todo… y fue esa confianza en mí misma la que me salvó.
Buen Médico y corazón de maestro. Su alma docente me encauzó, en un momento de gran dolor y confusión…
Gracias a ese encuentro inesperado salí adelante.
Me creó las defensas contra mí misma, y perfectamente vacunada de mi propio mal, lucharon cuerpo y alma contra mi estrepitosa ignorancia.

Doctor, comparto su preocupación por la educación y le agradezco sus comentarios, mucho bien pueden hacer si los ponemos en práctica.
Educarnos… con interés honesto y a cualquier edad. Así crearíamos bases y conceptos claros ante la vida, y como consecuencia, se evitarían muchas enfermedades y sufrimientos.
Tenemos sabios médicos con un buen corazón de maestro y alma docente.
Si tenemos la suerte de encontrarlos en nuestro camino, quizás tengan que cerrar sus puertas el noventa por ciento de las farmacias.
GRACIAS