18 marzo 2011


DISFAGIA
Existen síntomas en medicina que tienen más repercusión que otros. Es el caso de la disfagia, o la dificultad que se posee debido al mal funcionamiento cerebral o esofágico mismo y que conlleva de forma directa el rechazo del alimento por parte de quien lo sufre. Y es comprensible: es tal el malestar que le ocasiona que prefiere no comer.
Evidentemente no es lo mismo para qué situaciones se muestra más disfágico: no es igual ni tiene la misma repercusión si es para sólidos que para líquidos, por ejemplo, o si influye la temperatura...
El momento de la comida es, tal vez, el más importante para un tipo de pacientes que por su estado clínico no encuentran satisfacción en otro momento del día. Y es para ese momento para el que debemos orientar nuestra preocupación, mejorando las texturas del alimento, haciéndolo más o menos espeso, usando productos que facilitan en el propio domicilio estas situaciones. Afortunadamente cada vez hay más avances, de la propia industria farmacéutica y de fuera de ella, que ayudan a ser alimentado con la calidad que cada uno precisa.
Pero, ya desde el punto de vista más específicamente médico, debe reflexionarse acerca de si influyen otros fármacos en crear la disfagia, patología oral añadida, o entidades patológicas psíquicas o físicas que contribuyan directamente a enturbiar la calidad del paciente. O por qué no, del cuidador responsable de darle de comer.
He querido hablar un poco de este síntoma para poner el foco sobre lo importante que puede ser para un paciente que por dejar de alimentarse empeore su estado en pocas jornadas. Y a este síntoma todos podemos (no hace falta haber pasado por la universidad) y debemos estar atentos.

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