04 julio 2009



EL MAYOR.
Hace unas semanas pudo verse insistentemente en las televisiones y vallas publicitarias un anuncio en el que un señor de 103 años llamado Josep Mascaró le decía a una recién nacida: "Estás aquí para ser feliz". Este centenario mallorquín que todavía usa la bicicleta para trasladarse por su pueblo dejó encandilados a quienes le veían por sus deseos de buenas intenciones. Y más aún a quienes saben de su régimen vital, sortear los problemas y aceptar lo que le trajo/trae aún la vida. "Siempre ha sido así", comentan sus hijos...
¿Pero son así las vidas de todos nuestros mayores?. Poca salud y mucha soledad, a la que se suma precariedad económica es lo más corriente, no nos engañemos. Éstas son las tres causas principales de infelicidad de nuestros mayores. La sociedad, o sea todos, también el propio mayor revestido de joven aún, tiene mucha parte de responsabilidad en que los años que debieran ser de "recompensa" sean de condena ante continuos interrogantes hacia donde, aunque por simple estadística, se dirige, " La muerte no tiene ninguna importancia. Morir, sí", decía Sándor Marai en sus Diarios entre 1984-1989 (Salamandra/Empuries), en uno de los relatos más estremecedores, tan doloroso como lúcido, de la vejez.
Sin embargo también es oportuno introducir una variable más en este potencial ensayo de reflexión: se envejece como se ha sido. Dn. Josep siempre fue así. Su personalidad se fue fraguando a lo largo de los años, optimizando cada situación, inyectando ánimo en cualquier decisión que adoptaba. Todos conocemos a personas que nunca ven el lado positivo del sueño. Siempre lo ven amurallado, sin alas, interpretando la nostalgia como un pasado de naftalina. En cambio, otras lo guionizan actualizándolo con la voluntad de la experiencia en un presente que se encarama al futuro, cierto o incierto, qué más dá. Dibujan su deseo de vida en sus ojos matutinos esperando la aparición. Y la encuentran. Porque estar a bien con uno mismo contagia al que respira junto a él. La felicidad, cada uno entiéndala como quiera, es éso, tan solo y tan mucho, contagiar ejemplos, enlazados por círculos concéntricos con un único destino: ser.
Ser, en el mayor, hay que entrenarlo, prepararlo, enriquecerlo con esa parsimonia continua que da no pensar en límites, ser inaccesible aún siendo día a día poseído. Y de ello, también, se benefician los que muy tarde lo alcanzarán. Y es que los guetos nunca fueron buenos.
En definitiva, creo que deberíamos hacer caso a Dn. Josep...

1 comentario:

Aventurero 66 dijo...

“SER, EN EL MAYOR, HAY QUE ENTRENARLO, PREPARARLO, ENRIQUECERLO CON LA PARSIMONIA CONTINUA QUE DÁ NO PENSAR EN LIMITES, SER INACCESIBLE AÚN SIENDO DÍA A DÍA POSEÍDO.”
Si, Doctor, esta frase suya encierra todo un manual para alcanzar la vejez con la misma frescura y alegría que se alcanza cualquier edad.
Desde que conozco esta página estamos de una manera u otra a vueltas con la “educación”, y para mí, este es su mayor atractivo. Bien cierto es que estamos en una escuela, pero eso no me dice gran cosa porque he conocido muchos lugares de formación…”DEFORMANTES” “ANULANTES” “ATROFIANTES” y “CASTRANTES”. Sería muy complicado remontarnos a exponer de donde salieron tan “nefastas y prestigiosas escuelas” pero ahí están, y tenemos que saberlo.
Sí señor, somos lo que somos, como D. Josep, y somos los mismos desde el nacimiento hasta la muerte. Dos episodios, por cierto, a los que concedemos excesiva importancia. El cuerpo físico solo es el “envase”, la parte que mutamos…, nuestro SER es eterno e inmortal. Carece de importancia tener cualquier edad, en todas, tenemos TODOS una importantísima misión que cumplir: SER FELICES EN TODO MOMENTO. Y de este modo, aportar nuestro granito de arena a la inmensa belleza de esta CREACIÓN de la que formamos parte irreemplazable.
GRACAS POR SUS PALABRAS.